Por: Stefany Myshell Flores Arredondo.
Tienes ¨Lupus¨ señalo la doctora, mi
mundo se me vino abajo. Dejé de escuchar lo demás que decía, solo sentía los
latidos de mi corazón que poco a poco se iba acelerando y como la lava de mis
venas se iba apagando por aquella noticia. Lo único que me hizo regresar a la
¨realidad¨ fue el sollozo incesante de mi madre.
Así inició la historia de cómo me convertí
en una ¨vampira¨. Para entrar un poco en contexto les contare mi
¨transformación¨.
El primero de Julio, me levanto de un
susto de la cama, mi somnolencia fue interrumpida por un leve escozor en el
rostro, pensé que era algo normal por los granitos. Pasaron las horas y el
picor lo sentía peor que una picada de zancudo, me miro en el espejo y veo mi
rostro casi todo enrojecido, parecía un camaroncito.
Al día siguiente mi madre me
persuadió, en realidad me obligó para ir al hospital Goyeneche. Al momento de
la consulta, yo esperaba que me diga sobre una posible alergia, me de unos
cuantos medicamentos para la inflación y me iría tranquila a mi casa, la
doctora me vio las lesiones y lo que me dijo era de un posible diagnóstico de
¨Lupus¨, en ese mismo instante sentí como dejé de respirar, como si mi cuerpo
rechazara lo que acababa de escuchar, me echaron en la camilla puesto que
tenían que realizarme una biopsia, me sentía como ida, sin sentir el cuerpo,
solo escuchaba rezumbar en mis oídos mis pensamientos, quizás era por la
anestesia. En el momento no me importa la cicatriz que luego me quedaría, solo
esperaba que la respuesta fuera un diagnóstico erróneo.
Tras cinco días de espera, el
resultado dio positivo para ¨lupus eritematoso subagudo¨. Si me preguntan,
¿Cómo te sentías?, cómo si mi alma se saliera de mi cuerpo, observándolo desde
arriba en su caminar sin rumbo alguno, no podía llorar o expresar algún otro
sentimiento. Como si mi vida fuera en una montaña rusa llena de muchas curvas
en las cuales solo te ríes sin cesar, pero que con la noticia me frenaba sin
bajar la velocidad, de seco y sin entusiasmo alguno.
No les miento que muchas noches lloré reclamándome del
porque me pasaba esto, ahora le veo el sentido a todo. Nací para ser valiente,
para estas y muchas situaciones más que seguramente se me irán presentando en
el camino, me siento como si viviera en un oasis de adrenalina, avanzando en
una carrera que no tiene fin, entregándome a la vida sin límites, sin sentirme
abrumada por la enfermedad, creyéndome una vampira que solo quiere vivir,
¿acaso es mucho pedir?
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