sábado, 27 de agosto de 2022

¡YA NO SE ALQUILAN CUARTOS!

 Por: Fatima Mikaela Bravo Pacheco.


   ¡Lo siento, ya no se alquilan cuartos! - vocifera mi madre mientras de un portazo cierra la puerta de entrada. Otra vez volvieron a preguntar por una habitación, a pesar de que ya no hemos vuelto a rentar desde aquel fatídico día, en el cual una pareja de ladrones nos robó hasta las ganas de seguir alquilando.

Marilyn Cuevas y Rosmel Mamani parecían una pareja de lo más normal. Pero la verdad es que este dúo de malhechores buscaba de todo, menos alquilar un cuarto en nuestra casa. Ocultaban sus verdaderas intenciones detrás de falsos nombres y su siniestro plan consistía en cuatro sencillos pasos. Primero: hacerse pasar por una pareja provinciana que buscaba un cuarto urgentemente. Segundo: alquilar la habitación sin pagar la inicial y sin mostrar ni su DNI. Tercero: saquear todo lo posible. Cuarto y último: hacerse humo. Así lo hicieron y esta es la historia de porque ya no rentamos cuartos…

El día del robo

Fui la primera en darme cuenta de que Rosmel y Marylin, nuestros nuevos inquilinos, nos habían robado. Regresando del colegio fui directo a mi cuarto y grande fue mi sorpresa cuando vi mi puerta entreabierta y sin cerradura. Mi corazón se detuvo por unos instantes. Conté mentalmente hasta tres. Uno. Dos. Tres. Exhalé e inhalé hasta que, por fin, tuve el valor para empujar la puerta.

Mi cerebro hizo un “click” instantáneo - ¡mamá! ¡Nos robaron! grité. No había dudas. El escenario era devastador. Un torbellino había pasado y se había llevado todo. El televisor y la computadora se habían hecho humo. Cajones abiertos. Ropa desperdigada. - ¡Mamá ven! ¡Se han llevado hasta mi edredón!, musité entre lágrimas.

Cuando mi familia se dio cuenta de que habían saqueado mi cuarto, los gritos comenzaron e iniciamos a echarnos la culpa entre nosotros: “Tú les abriste la puerta, ¿no pudiste ver que estaban haciendo?” “La culpa la tiene tu padre que los dejó entrar” “Yo ya sabía que eran choros”. En ese momento echamos la culpa a todo el mundo, menos a los verdaderos culpables: Marylin y Rosmel.

¿Quiénes eran Marylin y Rosmel?

¿Quiénes eran Marylin y Rosmel? Ni siquiera nosotros lo sabíamos. Evidentemente, no nos dieron sus verdaderos nombres, y solo recordamos que Marylin era una chica joven, de aproximadamente 25 años. Sonriente, amigable y muy habladora. A veces parecía algo ingenua, sin embargo, se veía como una persona confiable.

Por otra parte, estaba Rosmel, que era lo contrario a Marylin. Él era mucho mayor que ella, aproximadamente tenía 45 años. Era serio, callado y no hablaba ni para dar los buenos días. ¿Quién diría que esta pareja tan dispareja nos robaría hasta la confianza para seguir alquilando?

¿Qué podía pasar?

Desde un inicio este par de ladrones se mostró interesado en alquilar el cuarto, a pesar de que el precio era algo elevado. Nos contaron que venían de otra ciudad  y necesitaban urgentemente un lugar para vivir y guardar sus pertenencias. Se las ingeniaron para no mostrarnos un documento que los identificara y mis papás, que tenían mucha experiencia alquilando cuartos, se sintieron confiados. ¿Qué podía pasar si dejábamos entrar a un par de desconocidos a nuestra casa?

Aprovechándose de la ingenuidad de mis padres, la pareja de ladrones logró alquilar el cuarto sin pagar la inicial. Les abrimos la puerta de nuestra casa. Prometieron que al día siguiente ya vendrían a dejar su mercadería y así lo hicieron. Trajeron sus pertenencias y las dejaron en la habitación alquilada. -Myriam, son confiables, hasta dejaron su mercadería en el cuarto- le aseguraba Edgar, mi padre, a mi madre. Ella no confiaba en la pareja.

Mi mamá no se equivocaba, Marylin y Rosmel no eran confiables. Las pertenencias que habían dejado en el cuarto solo eran una “finta”, un montón de basura que simulaban sacos de mercadería llenos. Lamentablemente, fue tarde cuando nos dimos cuenta del plan de los ladrones. Ya les habíamos abierto la puerta de nuestra casa y les habíamos dado la oportunidad de saquearnos.

Por otra parte, la policía no pudo hacer nada porque ni siquiera teníamos un documento que los identificara. Podríamos describirlos, pero no serviría de nada. No había solución. Nos habían robado. Desde esa fecha no hemos vuelto a saber de Marilyn y Rosmel, tampoco hemos vuelto a alquilar cuartos y cada vez que alguien pregunta si hay un cuarto disponible mi mamá vocifera un rotundo: “Lo siento, ya no se alquilan cuartos”

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