Por: Jose Ignacio Medina Ames.
Alex
previamente había tratado de suicidarse un par de veces (o al menos eso es lo
que se sabe) una a los 15 años consumiendo muchas pastillas de clorazepam,
llegando drogado a la casa de una ex novia de aquellos años, situación la cual
propició que fuera atendido de forma inmediata y lograra esquivar la muerte por
primera vez. La segunda fue un intento fallido de cortarse el cuello frente a
la misma ex novia, con mucha fortuna no aplicó la fuerza suficiente y no pasó
de unas cicatrices que lleva hasta el día de hoy.
Hasta
ese entonces, Alex ya había tenido experiencias cercanas a la muerte, pero todo
se agravó años después. Marlee es la madre de su hija, la relación entre ellos
siendo padres en algún punto funcionaba muy bien, llegando a vislumbrar un
futuro de una familia feliz. Sin embargo, las cosas no fueron así. Ellos
terminaron con su relación el año pasado y desde entonces la estabilidad mental
de él, fue en decadencia al punto de prácticamente decir que Alex ya tenía su
nombre escrito en un obituario.
Los
primeros meses con la bebé recién nacida, fueron muy estables, realmente
parecía que todo iría bien y a pesar de su corta edad podrían llevar la
situación de una forma sana y madura. Alex tenía trabajo en una agencia de
seguridad, motivo por el cual existían días en los que pasaba noches haciendo
guardia a un lugar como bancos u hospitales, durante el tiempo en el que la
pandemia estuvo más fuerte sí fue muy duro, pero sus ganas de querer hacerlo
por su hija lo animaban noche tras noche.
No
fue hasta inicios del año 2021 que su relación fue de mal en peor, Marlee se
veía con otro chico y él no pudo soportarlo, terminaron su relación. Sin
embargo, luego de un tiempo Marlee y Alex inevitablemente volvían a juntarse por
un mismo deseo: no sentirse solos. Marlee por no sentirse sola, sin pareja.
Alex por no sentirse solo, sin su familia. El resultado siempre terminó siendo
el mismo, no funcionaba. Esa situación no era nada sostenible. Mucho menos con
un Alex que se sentía cada vez más inseguro e inestable.
Luego
de otra de sus separaciones, vino el incidente. Alex se había enterado de que
Marlee tenía otro amante, pero esta vez la noticia la afrontó con la compañía
de una botella de alcohol. Antes de que acabarla, Alex ya estaba con un
cuchillo en la sala de su casa, con todo el brazo lleno de sangre, su hermano y
su madre a un costado rogándole a su hijo que parara. No soltó el cuchillo
hasta que fue consciente de lo que hacía, viendo el rostro de su madre en el cual
las gotas de sangre y las lágrimas se hacían una sola mancha. Fue internado en
el Moisés Heresi al día siguiente.
Alex
no podía dormir bien con todos los gritos y llantos que podía escuchar de los
demás pacientes internados con él en el Moisés Heresi. Aunque eso era lo que
mayormente decía, ¿Era algo horrible de escuchar? Definitivamente sí, pero lo
que no lo dejaba dormir en verdad era pensar en lo que había hecho para llegar
ahí.
Pasaron
tres semanas hasta que Alex salió, entre tomar pastillas y querer relajarse
más, las cicatrices de las heridas que se hizo en el brazo seguirían ahí, y las
cicatrices en su alma también. Luego de un tiempo, volvió a internarse tras
casi atentar contra su vida una vez más. Al salir se dio cuenta que pasó mucho
tiempo de su vida “viviendo sin morir”, sin encaminarse por completo, sin
ocuparse definitivamente de sí mismo. Él tomó una decisión.
Alex
considera que pasó muchas partes de su vida entre la tristeza absoluta y la
felicidad absoluta, cuando no había una, era la otra. Sin embargo, ahora quiere
ver las cosas de una forma diferente, sin ambos extremos definiendo su vida, y
para esto es que decidió viajar con su hermano mayor a Trujillo por unos
cuantos meses en busca de una reconciliación con su ausente padre, muy lejos de
esta ciudad en la que pasó muchas cosas, Gabriela se quedaría con su abuela en
Arequipa mientras que Alex estaría a muchos kilómetros de distancia buscando
encontrar paz consigo mismo. ¿La encontrará?
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