sábado, 27 de agosto de 2022

UNA FELICIDAD ABSOLUTA, UNA TRISTEZA ABSOLUTA

 

Por: Jose Ignacio Medina Ames.



  Alex tiene 21 años, es padre de Gabriela a partir de los 19. Desde los 20 está diagnosticado con trastorno de personalidad límite. Y desde los 15 intentó terminar con su vida por lo menos unas tres veces. Su situación se agudizó tras tener una relación tóxica con la madre de su hija y como consecuencia, solo este año fue internado dos veces en el Moisés Heresi. Hace un mes se fue de Arequipa, con el recuerdo de sus buenas amistades, su madre y de su hija, su pequeña de dos años por quien estaría dispuesto a combatir a la versión más rota de sí mismo. Hoy en Trujillo, su vocación suicida desaparece lentamente…

Alex previamente había tratado de suicidarse un par de veces (o al menos eso es lo que se sabe) una a los 15 años consumiendo muchas pastillas de clorazepam, llegando drogado a la casa de una ex novia de aquellos años, situación la cual propició que fuera atendido de forma inmediata y lograra esquivar la muerte por primera vez. La segunda fue un intento fallido de cortarse el cuello frente a la misma ex novia, con mucha fortuna no aplicó la fuerza suficiente y no pasó de unas cicatrices que lleva hasta el día de hoy.

Hasta ese entonces, Alex ya había tenido experiencias cercanas a la muerte, pero todo se agravó años después. Marlee es la madre de su hija, la relación entre ellos siendo padres en algún punto funcionaba muy bien, llegando a vislumbrar un futuro de una familia feliz. Sin embargo, las cosas no fueron así. Ellos terminaron con su relación el año pasado y desde entonces la estabilidad mental de él, fue en decadencia al punto de prácticamente decir que Alex ya tenía su nombre escrito en un obituario.

Los primeros meses con la bebé recién nacida, fueron muy estables, realmente parecía que todo iría bien y a pesar de su corta edad podrían llevar la situación de una forma sana y madura. Alex tenía trabajo en una agencia de seguridad, motivo por el cual existían días en los que pasaba noches haciendo guardia a un lugar como bancos u hospitales, durante el tiempo en el que la pandemia estuvo más fuerte sí fue muy duro, pero sus ganas de querer hacerlo por su hija lo animaban noche tras noche.

No fue hasta inicios del año 2021 que su relación fue de mal en peor, Marlee se veía con otro chico y él no pudo soportarlo, terminaron su relación. Sin embargo, luego de un tiempo Marlee y Alex inevitablemente volvían a juntarse por un mismo deseo: no sentirse solos. Marlee por no sentirse sola, sin pareja. Alex por no sentirse solo, sin su familia. El resultado siempre terminó siendo el mismo, no funcionaba. Esa situación no era nada sostenible. Mucho menos con un Alex que se sentía cada vez más inseguro e inestable.

Luego de otra de sus separaciones, vino el incidente. Alex se había enterado de que Marlee tenía otro amante, pero esta vez la noticia la afrontó con la compañía de una botella de alcohol. Antes de que acabarla, Alex ya estaba con un cuchillo en la sala de su casa, con todo el brazo lleno de sangre, su hermano y su madre a un costado rogándole a su hijo que parara. No soltó el cuchillo hasta que fue consciente de lo que hacía, viendo el rostro de su madre en el cual las gotas de sangre y las lágrimas se hacían una sola mancha. Fue internado en el Moisés Heresi al día siguiente.

Alex no podía dormir bien con todos los gritos y llantos que podía escuchar de los demás pacientes internados con él en el Moisés Heresi. Aunque eso era lo que mayormente decía, ¿Era algo horrible de escuchar? Definitivamente sí, pero lo que no lo dejaba dormir en verdad era pensar en lo que había hecho para llegar ahí.

Pasaron tres semanas hasta que Alex salió, entre tomar pastillas y querer relajarse más, las cicatrices de las heridas que se hizo en el brazo seguirían ahí, y las cicatrices en su alma también. Luego de un tiempo, volvió a internarse tras casi atentar contra su vida una vez más. Al salir se dio cuenta que pasó mucho tiempo de su vida “viviendo sin morir”, sin encaminarse por completo, sin ocuparse definitivamente de sí mismo. Él tomó una decisión.

Alex considera que pasó muchas partes de su vida entre la tristeza absoluta y la felicidad absoluta, cuando no había una, era la otra. Sin embargo, ahora quiere ver las cosas de una forma diferente, sin ambos extremos definiendo su vida, y para esto es que decidió viajar con su hermano mayor a Trujillo por unos cuantos meses en busca de una reconciliación con su ausente padre, muy lejos de esta ciudad en la que pasó muchas cosas, Gabriela se quedaría con su abuela en Arequipa mientras que Alex estaría a muchos kilómetros de distancia buscando encontrar paz consigo mismo. ¿La encontrará?

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