Por: José Romario Huamani Huamani.
No estoy seguro de creer a Luis Gutiérrez sobre aquel suceso paranormal que vivió en un hotel de mala muerte en Camaná. Los datos no son exactos, comenzando por la fecha. A veces me dice que el hecho sucedió en marzo del 2014, pero cuando lo encuentro borracho, entre llantos, me corrige que todo paso en mayo, y lo repite enojado, confesando que fue el día siguiente al entierro de su mujer.
El comienza siempre de esta manera:
“El tiempo no era favorable. Hacía una llovizna terrible. Una hora, una maldita
hora, varado en la esquina de la calle Moral, cerca del primer hotel que
encontré a eso de las 12 de la noche, esperando que alguien me abriera la
puerta. Te juro que apenas si podía mantener el calor corporal metiendo mis
manos en un viejo chaleco minero que llevaba puesto...”
Al viejo lo conocí en un juego de
póker en un bar en el valle de Chorunga. Los pueblerinos comentaban que estaba
loco. Y en cierto modo, a simple vista era un borracho más que olía a mierda y
siempre andaba con harapos; no obstante, sus historias escondían a otro hombre.
Él se refería asimismo como el más desgraciado de todos. En el momento de
revelar nuestras cartas, Luchito, como le llamaban sus amigos, comenzó a
tartamudear, y su boca, como si fuera de goma, se le fue a un lado. ¡Horrible
escena! “Se le va a pasar”, decía una mujerzuela que nos traía la cuenta. Y naturalmente..., pasado 30 minutos Luis
volvía en si.
Era raro verlo en ese estado. Sus
ojos... Parecía como si su tiempo se hubiera suspendido. ¿Qué secreto escondía?
Solo alcanzaba a escuchar que decía susurrando que no podía volver a Camaná.
Desde entonces me interesé por la historia de su vida. Y siempre que lo
encontraba en el bar o en la calle me relata sobre la noche en que escuchó a un
espectro del otro lado de la pared.
Una mujer de 40 años con un aspecto
descuidado, sigue la narración de aquella noche, y un penetrante olor a sauce
salió a recibirme. Parecía esperarme de toda la vida. De hecho, no hubo ninguna
pregunta por parte de ambos. Recuerdo que la señora me ofreció la habitación
14, me dijo el precio y se fue. Yo solo deseaba darme una buena ducha y
descansar, por lo que asentí a todo con la mirada. Al ingresar al cuarto sentí
un escalofrió que recorría cada parte de mi cuerpo. Un cuarto pequeño con las
paredes descascaradas y moho en el techo que me recordaba a mi centro de
trabajo en la mina. Dejé mis cosas en la cama y me fui en dirección al baño a
cagar.
Aquella noche me sentía incomodo y
estresado. El día anterior acababa de enterrar a mi segunda esposa y por alguna
sinrazón estaba más alerta de todo, o mejor dicho todo me parecía peligroso y a
veces incluso me dolía la cabeza. Verás, siempre he sido piñoso para lo bueno.
Por decirte algo rápido.: los hijos de mi primer matrimonio me salieron
defectuosos. Uno terminó enfermo y el otro en la celda. Y es difícil, ¿sabes?
Pasar toda tu juventud chambeando como burro para tener esta vida. Yo... es muy
jodido tratar de pensar y pensar que todo estará bien cuando tus circunstancias
no son favorables.
Mientras Luis se rasuraba la barba
en el baño pensaba en su tierra, en su mujer fallecida y sus planes en el
futuro. “Carajo, que mal estaré pagando”, se decía asimismo frente al espejo
con la vos arruinada sosteniendo sus cabellos plateados. El reloj daba las dos
de la madrugada y, sus pesados parpados apenas si podían continuar luchando
contra el cansancio. De repente escuchó del lado derecho de la pared el sonido
del agua cayendo intempestivamente. Se sobresalto del ruido. ¿Era acaso otro
desafortunado? Luis deseaba que así fuera, pero no le dio importancia al hecho
por lo que continuó rasurándose; sin embargo, el agua seguía cayendo 10, 20, 30
minutos. Y así continuó por unas cuantas horas. Luis apenas pudo dormir.
A las seis de la mañana el sonido
del agua no se escuchaba, pero el miedo y la curiosidad lo dominaban, así que
decidió preguntar a la encargada del hotel. Ella se sorprendió al escucharlo,
porque en sus registros no había ningún inquilino en la habitación de lado. Y
para asegurarse, porque Luis estaba convencido de lo que escuchó, ingresaron al
lugar. El silencio de las paredes, las manijas del reloj en movimiento y la
señora tratando de calmarlo le ocasionaron un malestar que empeoraría con el
tiempo. Allí mismo decidieron orar y dejar el asunto cerrado.
A pesar de que dejé el hotel, me
habla Luis, no dejaba de pensar en lo que había sucedido la noche anterior.
¿Era el cansancio? ¿Algún suceso paranormal? ¿Un fantasma? Esperaba calmar mi
nerviosismo con un buen chilcano en el mercado, pero cuando estaba a una cuadra
del lugar sufrí una descomposición, y mi boca comenzaba a salivar demasiado.
Sentía que perdía el equilibrio de mi cuerpo y la noción de las cosas. Estaba
enloqueciendo. Desde entonces nunca he sido el mismo. A veces me pasa como en
el bar. Pero lo peor de todo es que tengo pesadillas todas las noches, y si no
estoy ebrio me asusto demasiado. Me asusto... Ah..., carajo. Esa la vida de un
desgraciado mi buen amigo, igual que los demás.
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