Por Luis Daga Sánchez.
“¡Maldito borracho!”
Alcanzó a escuchar cómo le decía una voz de un niño de siete años, Jorge
Pérez estaba ebrio, pero no inconsciente. Nunca había visto así, tan llena de
rabia, la cara de su hijo porque su padre, una vez más, había llegado ebrio a
la casa. Para ese entonces, Jorge llevaba ya buena parte de su vida
embriagándose.
Comenzó a los 14 años. Lo primero que bebió fue la
cerveza, y quedó atrapado. Poco a poco el consumo se hizo más frecuente y
aumentó su intensidad. Al tener una cercanía con personas mayores, desarrolló
un gusto enorme por el ron, lo bebía como agua. Era un alcohólico de carrera
larga, nada lo detenía, bebía diario, Hasta esa noche del 2001. cuando su hijo
le dijo lo que todos pensaban.
En 1994, producto del amor que existía entre Jorge y
Marina, nació Javier, quien le obligo a tener más responsabilidades en su vida,
pero no podía olvidar su vicio, Comenzó a trabajar como taxista, al principio,
según Marina, él era muy responsable, siempre traía los alimentos para su
esposa e hijo, cuando paso ya un tiempo comenzó a llegar más tarde a casa,
oliendo a alcohol, y con un poco de fruta que llegaba a comprar en el mercado,
después ya ni llegaba en dos días y cuando lo hacía, era solo a dormir.
La última vez en que llegué a cruzar palabras con él,
que fue en la despedida de soltero de su hijo, y rechazando una copa de vino,
me comentó que ya lleva más de 5 años sin probar un sorbo de alcohol, orgulloso
por ese logro, pero más aun que no se perderá uno de los momentos más
importantes de la vida de su hijo.
Fue una larga y difícil lucha contra este vicio, tuvo
recaídas, comenta incluso que a veces quería tomar el camino “fácil”; pero
contaba siempre con el amor de sui hijo y esposa, y eso le seguía dando fuerzas
para volver a intentarlo empezó dejando de ir e incluso de pasar cerca de los
lugares donde frecuentaba a tomar, trató de enfocarse más en su familia, en su
hijo que a pesar de todo lo que sucedía, siempre sacaba muy buenos puestos en el
colegio.
Me dijo, que no le gustaba ir a fiestas frecuentaba más
los bares, a veces con amigos a veces solo, ya haciéndose más adulto y
alcanzándole menos el dinero para ir a esos lugares, ya frecuentaba más las
“huacterias”. Hubo un tiempo en donde decía el, estar sobrio, conoció a Marina,
quien unos años después, se volvió su esposa, sin saber aun, o quizás no
queriendo ver la situación de Jorge.
Comentaba que no era fan de las drogas, en alguna
reunión con amigos probó, pero termino no gustándole, su afición era el
alcohol, ni inyecciones ni esnifadas, ni caladas de cigarro, nunca fue
violento, más bien con cada botella de alcohol se volvía más dócil.
Hasta el día en que escucho “¡Maldito borracho!” que
pronuncio su hijo, en ese momento no le tomó mucha importancia por el sueño
producido por el alcohol. Pero ese fue el punto de quiebre de Jorge, sintió que
algo estaba haciendo mal, y que gracias a Dios todavía estaba a tiempo de
remediarlo, lo pudo conseguir, teniendo fuerzas cada día para no volver a aquellos
terribles momentos de su vida.
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