miércoles, 31 de agosto de 2022

UN FINAL FELIZ, EN MEDIO DEL DOLOR

 Por: Renzo Patiño Montúfar. 


Fernanda era una madre soltera que trabajaba en el Hospital Goyeneche, esperaba el bus vistiendo el uniforme celeste característico de las enfermeras, y con su largo cabello negro recogido en un moño. A pesar de tomar las medidas de bioseguridad contrajo el COVID y su caso tuvo tantas complicaciones que se llevó su vida, dejando a su única hija, Angélica, en la orfandad. Pero felizmente fue adoptada por la vecina y amiga de su madre Teresa.

 

Para los padres de familia siempre es complicado llevar el pan a su mesa, y más aún si uno solo de ellos cuida de los hijos. Esa era la vida de Fernanda, una vecina que encontraba frecuentemente en el mercado o en el paradero. A pesar de que todos usamos mascarilla, se le notaba feliz por ir a su trabajo, en su voz nunca escuchamos angustia o enojo.

 

Su pequeña hija Angélica siempre iba de su mano acompañándola por las mañanas. Fernanda llegó al vecindario con Angélica en brazos, cuando era apenas una recién nacida hace seis años. Los vecinos le dieron la bienvenida con gusto porque ella tenía una personalidad especialmente amigable y facilidad de palabra. Su reputación con los demás no tenía ninguna tacha.

 

Desapareció un martes y su ausencia no pasó por alto, a todos se nos hizo raro no haberla visto ese día pero pensamos en una excusa para justificarlo. Fueron pasando los días y la preocupación fue aumentando. Hasta que la tarde del viernes Fernanda fue a pedirle a una de las vecinas, Teresa, que cuidara de su hija hasta que regresara. Teresa de la niña cuenta que Fernanda tenía el rostro muy pálido y con ojeras, además de dificultades para respirar y una voz muy ronca, no se quitó la mascarilla aunque estábamos adentro, agregó. Estaba yendo para internarse.

 

No sabíamos si tenía más familia, nunca habló con nadie respecto a ese tema, supusimos que por ese motivo le confió a su única hija a la vecina con quien mejor se llevaba, eran como hermanas, incluso Teresa fue la madrina de bautizo de Angélica. Su última llamada fue la noche del sábado, y al día siguiente llamaron a Teresa por indicaciones de Fernanda, con el objetivo de informarle que esta última había fallecido por complicaciones del corazón sumado a la enfermedad respiratoria.

 

Aquella noticia fue inesperada para todos, ya que Fernanda era joven y como requisito para trabajar se había inoculado contra el virus. Angélica había perdido a la única familia que tenía, pero la peor parte le tocó a Teresa, perdió a su querida amiga y ahora tendría que lidiar con el dilema de como explicarle la situación a la pequeña. Su seguro cubrió gastos del funeral y sepultura, sucesos a los que gran parte de los vecinos asistió. Angélica no terminaba de asimilar la información, pero su expresión reflejaba que entendía que nunca más volvería a ver a su progenitora.

 

Teresa mantiene la promesa que le hizo a Fernanda, luego de unos días en el albergue y de papeleo consiguió la custodia de la niña y la cuida como si fuera una más de sus hijos. La pequeña está cada día un poco menos triste y gradualmente vuelve a ser esa chiquilla alegre que iba de la mano de su madre. Una historia triste pero con un final alegre para la más inocente de ellos.

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