Por: Renzo Patiño Montúfar.
Fernanda era una madre soltera que trabajaba en el
Hospital Goyeneche, esperaba el bus vistiendo el uniforme celeste
característico de las enfermeras, y con su largo cabello negro recogido en un
moño. A pesar de tomar las medidas de bioseguridad contrajo el COVID y su caso
tuvo tantas complicaciones que se llevó su vida, dejando a su única hija,
Angélica, en la orfandad. Pero felizmente fue adoptada por la vecina y amiga de
su madre Teresa.
Para los padres de familia siempre es complicado
llevar el pan a su mesa, y más aún si uno solo de ellos cuida de los hijos. Esa
era la vida de Fernanda, una vecina que encontraba frecuentemente en el mercado
o en el paradero. A pesar de que todos usamos mascarilla, se le notaba feliz
por ir a su trabajo, en su voz nunca escuchamos angustia o enojo.
Su pequeña hija Angélica siempre iba de su mano
acompañándola por las mañanas. Fernanda llegó al vecindario con Angélica en
brazos, cuando era apenas una recién nacida hace seis años. Los vecinos le
dieron la bienvenida con gusto porque ella tenía una personalidad especialmente
amigable y facilidad de palabra. Su reputación con los demás no tenía ninguna
tacha.
Desapareció un martes y su ausencia no pasó por alto,
a todos se nos hizo raro no haberla visto ese día pero pensamos en una excusa
para justificarlo. Fueron pasando los días y la preocupación fue aumentando.
Hasta que la tarde del viernes Fernanda fue a pedirle a una de las vecinas,
Teresa, que cuidara de su hija hasta que regresara. Teresa de la niña cuenta
que Fernanda tenía el rostro muy pálido y con ojeras, además de dificultades
para respirar y una voz muy ronca, no se quitó la mascarilla aunque estábamos
adentro, agregó. Estaba yendo para internarse.
No sabíamos si tenía más familia, nunca habló con
nadie respecto a ese tema, supusimos que por ese motivo le confió a su única
hija a la vecina con quien mejor se llevaba, eran como hermanas, incluso Teresa
fue la madrina de bautizo de Angélica. Su última llamada fue la noche del
sábado, y al día siguiente llamaron a Teresa por indicaciones de Fernanda, con
el objetivo de informarle que esta última había fallecido por complicaciones
del corazón sumado a la enfermedad respiratoria.
Aquella noticia fue inesperada para todos, ya que
Fernanda era joven y como requisito para trabajar se había inoculado contra el
virus. Angélica había perdido a la única familia que tenía, pero la peor parte
le tocó a Teresa, perdió a su querida amiga y ahora tendría que lidiar con el
dilema de como explicarle la situación a la pequeña. Su seguro cubrió gastos
del funeral y sepultura, sucesos a los que gran parte de los vecinos asistió.
Angélica no terminaba de asimilar la información, pero su expresión reflejaba
que entendía que nunca más volvería a ver a su progenitora.
Teresa mantiene
la promesa que le hizo a Fernanda, luego de unos días en el albergue y de
papeleo consiguió la custodia de la niña y la cuida como si fuera una más de
sus hijos. La pequeña está cada día un poco menos triste y gradualmente vuelve
a ser esa chiquilla alegre que iba de la mano de su madre. Una historia triste
pero con un final alegre para la más inocente de ellos.
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