Por: Yanela Sayla Huaman Llamocca.
En la antigua alameda de Alto Selva Alegre se oye la voz de un vecino de la zona, decir: “Maria, ¿Cómo estás?, le pregunta. Ella, esbozando una sonrisa de oreja a oreja, responde: “Mucho mejor, gracias a Dios”. Aunque la mayoría de personas podría tomar este saludo como algo normal, para Maria, este saludo resume la bendición que recibió a inicios de este año, cuando recibió un trasplante de hígado. “En el momento que más necesité, mi ángel apareció”. Se trataba de Juan, quién murió en un asalto a mano armada, pero con el respaldo de su familia, pudo donarle un órgano a Maria.
A sus 20 años, Maria Suarez, estudiante de la Universidad Continental en Arequipa, fue diagnosticada con una hepatitis autoinmune, generada por el ataque de su sistema inmunológico a su propio hígado. Le generaban problemas de salud que la llevaban de emergencia al hospital a cualquier hora del día. Con la mirada al cielo, y los ojos llenos de lágrimas, atinó a decir: “Sin darme cuenta, me convertí en una caserita del hospital”.
“La fatiga al momento de desarrollar mis trabajos universitarios, o el solo hecho de estar con mis amigos en una reunión, me hacían sentir como si fuese una anciana. Los dolores abdominales que presentaba al momento de querer realizar algún ejercicio, o actividades tan simples como querer caminar de mi casa en dirección a la universidad, me generaban fuertes dolores en el cuerpo. Sin duda, este fue el inicio de mi mayor calvario”, mencionó Maria mientras miraba a dos niños corriendo por el pasto verde.
Con la ayuda y el apoyo incondicional de su familia, Maria pasó a formar parte de la larga lista de espera para trasplantes por donante fallecido, debido a que requería de un hígado completo para mejorar su condición de vida. Tras sufrir cuatro fuertes recaídas, siendo estas dos últimas, aquellas que pusieron en riesgo su vida, pasó a convertirse en prioridad dentro de la lista. Asimismo, incrementó en ella, la incertidumbre de lo que le podría pasar más adelante si no se llegase a encontrar un donador.
“Los doctores me dijeron que, si no se llegaba a encontrar un donante en menos de dos meses, para poder ser trasplantada, las probabilidades de morir serían muy altas. En ese momento, fueron las palabras más duras que llegué a escuchar en mi corta existencia. Al salir del consultorio, las lágrimas empezaron a caer incesantemente por mis mejillas”.
“En ese momento, un banco de plástico que se encontraba frente a la puerta del consultorio fue mi sostén. Sentada, miles de pensamientos empezaron a inundar mi cabeza llegando a una conclusión: Como no podía desear que alguien muriera para salvarme, decidí ponerme en las manos de Dios”.
“Coincidentemente, las sirenas de una ambulancia empezaron a irrumpir en mis pensamientos. ¡Ayuda por favor, mi hermano está muriendo!, fueron las palabras de un hombre que llegué a escuchar a lo lejos del pasillo. Sin imaginar, que aquel hombre moribundo, se convertiría en el Ángel que tanto estaba esperando”.
“Maria, gracias a Dios que te
encuentro, hemos hallado a tu donador, el hígado de esta persona es compatible
contigo”, atinó a decirle la enfermera tocándole el hombro. Tras 12 horas de
cirugía, 20 días de recuperación y una semana y media en aislamiento, Maria
tuvo la oportunidad de conocer en su interior a su Ángel. “Para mi Juan es una
persona a la que jamás conoceré, él y su familia me dieron una segunda
oportunidad de vida”.
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